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8 horas frente a la pantalla – no siempre podemos evitarlo, pero podemos...

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Cuando se habla del trabajo y de estar sentado frente a un escritorio, normalmente se piensa en la columna vertebral. Todos conocemos las recomendaciones sobre la silla ergonómica, la altura del monitor o la postura al sentarse. Sin embargo, al centrarnos tanto en la postura, olvidamos un órgano que trabaja con la misma intensidad durante todo el día: nuestros ojos. La vida moderna implica mirar constantemente distintos tipos de pantallas: el ordenador, el teléfono, la tableta o la televisión.

En este artículo analizaremos cómo el estilo de vida actual afecta a nuestros ojos, por qué no siempre podemos evitar las pantallas y qué podemos hacer para reducir los efectos negativos de su uso constante.

 

Índice
1. Introducción
2. La vida moderna: trabajo, estudio y ocio frente a la pantalla
3. Consecuencias de mirar la pantalla durante mucho tiempo
4. Luz, colores y materiales: aliados de la vista
5. Corcho natural: no solo ecológico, sino también relajante
6. Cómo incorporar el corcho natural en los interiores
7. Qué más podemos hacer en el día a día
8. Conclusión
9. FAQ

 

La vida moderna: trabajo, estudio y ocio frente a la pantalla

Hace apenas dos décadas, el contacto con las pantallas se limitaba a unas pocas horas al día, generalmente durante el trabajo frente al ordenador o viendo la televisión por la noche. Hoy en día las pantallas nos acompañan casi de forma continua: en el trabajo, en casa, en el transporte público, durante el estudio e incluso en los momentos de descanso. El teléfono se ha convertido en nuestro centro personal de control: lo usamos para comunicarnos, pagar, planificar el día, hacer compras, entretenernos y aprender. El monitor del ordenador, por su parte, es nuestra ventana al mundo laboral y educativo, a menudo durante ocho, diez o incluso más horas diarias.

Por eso es difícil hablar de escapar de las pantallas: están integradas en el ritmo de la vida moderna. El trabajo remoto, la educación en línea y la comunicación por videoconferencia o aplicaciones hacen que mirar una pantalla no sea solo una necesidad, sino también una norma social. En muchos sectores, trabajar sin ordenador simplemente no es posible.

No siempre podemos prescindir de ellas, porque el mundo digital también ofrece enormes ventajas: acceso al conocimiento, contacto con seres queridos, desarrollo profesional y flexibilidad. El problema surge cuando la línea entre la necesidad y el hábito se difumina, y nuestros ojos no tienen un momento de descanso.

 

Consecuencias de mirar la pantalla durante mucho tiempo

Los ojos no están diseñados para mantener la vista enfocada durante muchas horas a una distancia fija y corta. En condiciones naturales, miramos alternativamente objetos lejanos y cercanos, y los músculos oculares trabajan de manera variable. En cambio, trabajar con el ordenador o el teléfono obliga a mantener los mismos músculos en tensión constante, enfocando siempre a una distancia de unos pocos decímetros. Como resultado, aparece la fatiga visual: sensación de sequedad, escozor, dificultad para enfocar y una molesta sensación de pesadez ocular.

Este conjunto de síntomas se conoce hoy como síndrome de visión por ordenador (Computer Vision Syndrome). Afecta a grupos cada vez más jóvenes: alumnos, estudiantes, empleados de oficina e incluso a quienes usan dispositivos móviles fuera del trabajo. Sus síntomas característicos incluyen visión borrosa, mayor sensibilidad a la luz, lagrimeo excesivo o, por el contrario, sequedad ocular, así como ligeros dolores alrededor de los ojos y la frente.

La exposición prolongada a la luz azul emitida por las pantallas agrava el problema. Esta luz de alta energía puede provocar una fatiga ocular más rápida y afectar al ritmo circadiano, alterando el ciclo natural de sueño y vigilia. Por eso, muchas personas que trabajan hasta tarde frente al ordenador notan dificultades para conciliar el sueño o una sensación de sobreestimulación al finalizar la jornada.

El cansancio visual prolongado también tiene consecuencias cognitivas. Cuando los ojos están sobrecargados, el cerebro necesita más energía para mantener la concentración y procesar los estímulos visuales. Como resultado, nos fatigamos antes, cuesta más mantener la atención y el ritmo de trabajo disminuye. Los ojos se convierten entonces no solo en un órgano de la vista, sino también en un “barómetro” de nuestro agotamiento general.

 

Luz, colores y materiales: aliados de la vista

Nuestros ojos no trabajan en el vacío: reaccionan a todo lo que los rodea —la luz, los colores, los contrastes y las texturas—. El entorno en el que pasamos horas frente a la pantalla influye enormemente en la comodidad visual y en el grado de fatiga ocular. Un espacio bien diseñado puede convertirse en un aliado natural de la vista, mientras que una iluminación o paleta de colores inadecuada pueden intensificar la fatiga y el malestar.

El elemento más importante es la luz: su calidad, dirección e intensidad. Una iluminación LED demasiado fuerte y fría puede fatigar los ojos tanto como una habitación poco iluminada. Las condiciones ideales implican una luz uniforme, difusa y con un tono similar al de la luz natural, que no genere reflejos en la pantalla ni deslumbre. Durante el día conviene aprovechar la luz natural, evitando la incidencia directa del sol sobre el monitor: lo mejor es colocar el escritorio de lado a la ventana. Por la noche, resulta más agradable una luz cálida, que favorezca la relajación y no altere el ritmo circadiano.

También son importantes los colores del interior. Los tonos intensos, especialmente los fríos y contrastantes, pueden resultar estimulantes, pero a largo plazo cansan la vista. Los tonos suaves de beige, gris, verde o marrón aportan armonía y facilitan el descanso ocular. Un fondo así evita que el monitor domine el campo visual, permitiendo que los ojos alternen fácilmente entre el punto de enfoque y el entorno.

También influyen los materiales y las texturas. Las superficies mate, naturales y sin reflejos —como la madera, los tejidos o el corcho natural— ayudan a difundir la luz y reducen los reflejos que suelen causar microtensiones en los músculos oculares. A diferencia de los acabados brillantes o las superficies metálicas frías, los materiales cálidos y suaves crean un ambiente visualmente tranquilo y, por tanto, menos exigente para la vista.

 

Corcho natural: no solo ecológico, sino también relajante

El corcho natural es un material que en los últimos años ha regresado a los interiores con nueva fuerza: no solo como una elección ecológica, sino también como un elemento que cuida de nuestros sentidos. Sus propiedades excepcionales lo convierten en un aliado de la vista en el entorno cotidiano de trabajo y estudio.

En primer plano está la estructura del corcho natural: irregular, suave y de porosidad delicada. Gracias a ella, la luz, en lugar de reflejarse con dureza en la superficie, se difunde sutilmente, creando condiciones más amables para la vista. En estancias con muchas superficies planas y brillantes, el corcho natural aporta equilibrio visual: elimina reflejos molestos que obligan a los ojos a ajustar el enfoque sin parar.

El segundo punto fuerte es la gama cromática. Los tonos naturales del corcho —desde el beige claro hasta el marrón profundo— pertenecen a una paleta cálida que tranquiliza y no genera un contraste excesivo con la pantalla del ordenador. La vista descansa en un entorno de colores cercanos a la naturaleza, y el espacio gana en calidez y suavidad.

El corcho natural también influye positivamente en el microclima interior. Es un material transpirable que ayuda a regular la humedad y la temperatura del aire. De este modo, reduce la sensación de sequedad que a menudo intensifica la irritación ocular, especialmente en estancias con calefacción o aire acondicionado. De forma natural favorece no solo el confort visual, sino también el bienestar físico de quienes se encuentran en la habitación.

 

¿Cómo introducir el corcho natural en el interior?

El corcho natural es un material que se integra con facilidad en distintos estilos de interiorismo: desde espacios de oficina minimalistas hasta acogedores despachos domésticos. Su color neutro, su textura suave y su origen natural permiten usarlo de múltiples maneras para crear un entorno amable con la vista y cómodo en el trabajo diario.

Paredes y paneles de corcho natural son una de las soluciones más interesantes. Revestir un fragmento de pared con placas de corcho natural aporta calidez y suavidad visual, y de paso atenúa el sonido y mejora la acústica de la estancia. Esta superficie también reduce los contrastes duros: en lugar de planos fríos que reflejan la luz, los ojos ven una estructura natural que la difunde suavemente. En la oficina o en la zona de trabajo en casa, merece la pena colocar corcho natural detrás del monitor o en su campo de visión: creará un fondo tranquilo y neutro.

Otra solución igualmente funcional son las tablas de corcho natural para oficina y accesorios. Ayudan a organizar el espacio y, al mismo tiempo, le aportan ligereza visual. Una tabla de corcho natural, en lugar de organizadores de plástico o rejillas metálicas, introduce una nota cálida y ordena visualmente el entorno, lo que favorece la concentración.

Los elementos más pequeños, como alfombrillas, decoraciones o fundas de corcho natural, son una forma sencilla de llevar la naturaleza a los rituales cotidianos de trabajo. Las alfombrillas suaves para el portátil o el ratón reducen el contraste entre el sobre frío del escritorio y la pantalla, y además protegen la superficie. Incluso los accesorios más modestos de corcho natural —posavasos, marcos o recipientes para pequeños objetos— pueden aportar calidez visual y crear un fondo amable para la vista.

 

¿Qué más podemos hacer a diario?

Uno de los métodos más eficaces es la regla 20-20-20. Cada 20 minutos delante de la pantalla conviene apartar la vista durante 20 segundos y mirar un objeto situado a unas 20 pies (es decir, 6 metros). Este sencillo ejercicio relaja los músculos oculares y devuelve su ritmo natural de enfoque. Para un efecto aún mejor, puede combinarse con una respiración profunda: en ese breve intervalo descansan no solo los ojos, sino también la mente.

También ayuda variar la dirección y la profundidad de la mirada. Basta con mirar por la ventana hacia los árboles, el cielo o los edificios lejanos. El verde tiene un efecto especialmente calmante: su longitud de onda es la más neutra para el ojo, por lo que observar plantas o paisajes naturales aporta un alivio rápido. En la oficina se puede lograr un efecto similar colocando algunas plantas en el campo de visión.

Conviene recordar también las micro–pausas: momentos breves, de varios segundos, en los que apartamos la mirada de la pantalla, entrecerramos los ojos o les permitimos “descansar” en penumbra. Parpadear con regularidad (de forma consciente, más a menudo que de costumbre) evita que la superficie ocular se seque, algo que ocurre con rapidez en estancias secas o con aire acondicionado.

También son útiles los ejercicios de relajación para la vista: movimientos oculares suaves en círculos, mirar alternando hacia arriba y hacia abajo.

Lo más importante, sin embargo, es mantener el equilibrio a lo largo del día. No siempre podemos alejarnos de la pantalla, pero sí podemos aprender a mirar de forma más inteligente: hacer pausas, dirigir la vista conscientemente fuera del monitor y crear un espacio en el que los ojos realmente descansen.

 

Conclusión

Vivimos en un mundo del que es difícil escapar de las pantallas: nos acompañan en el trabajo, el estudio y la vida diaria. No siempre podemos reducir el tiempo frente al monitor, pero sí podemos procurar que ese tiempo sea menos exigente para nuestros ojos.

Nuestros ojos necesitan no solo pausas, sino también un espacio amable: una luz que no canse, colores que no irriten y superficies que no generen reflejos agresivos. En este contexto, incluso los materiales que nos rodean cobran importancia. El corcho natural, con su tono cálido y su textura suave, ayuda a difundir la luz, suavizar los contrastes y crear un fondo sereno para el trabajo visual cotidiano.

 

FAQ

1. ¿Con qué frecuencia conviene hacer pausas lejos de la pantalla?

Lo ideal es aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos apartar la vista durante 20 segundos y mirar algo a unos 6 metros de distancia. Cada pocas horas también merece la pena hacer un descanso más largo, de varios minutos, para permitir una recuperación completa. La regularidad de estas pausas cortas es más importante que un único descanso prolongado.

2. ¿La luminosidad de la pantalla influye en los ojos?

Sin duda. Una pantalla demasiado brillante deslumbra y provoca tensión excesiva en los músculos oculares, mientras que una demasiado tenue obliga a forzar la vista para leer. Lo mejor es ajustar el brillo del monitor a la iluminación de la estancia para que la pantalla no sea ni una fuente de luz intensa ni una “mancha oscura” respecto al entorno.

3. ¿Qué colores interiores son los más adecuados para la vista?

Para los ojos, lo más beneficioso son las tonalidades naturales y suaves: beiges, verdes, marrones o grises. No cansan la vista, evitan contrastes marcados y favorecen la concentración. Conviene evitar colores muy intensos en el campo de visión, especialmente detrás del monitor, ya que pueden distraer y provocar tensión ocular.


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